Domesticación y selección artificial
Además de ser el primer animal domesticado, el aprovechamiento del perro como especie ha ido creciendo en funcionalidad y diversificación de tareas y ha sido objeto de la selección artificial más larga y constante que Homo sapiens haya practicado sobre cualquier otro animal. Si en principio se puede inferir que fue utilizado como ayuda en la caza, su especialización fue adaptándose a las necesidades del hombre derivadas de los problemas que se le planteaban a éste en cuanto a supervivencia.
Los humanos seguimos utilizando la cría selectiva de muchas especies de la misma forma que en el momento de su domesticación, es decir, como recurso básico. Mantenemos, asimismo, una gran variedad de especies, como mascotas, muy influidos en su elección por las tendencias del mercado. Su censo fluctúa con las modas pero, el de Canis familiaris, aumenta, año tras año, en el de cualquier país desarrollado.
De lo expuesto se podría deducir que el perro es el animal que aporta más ventajas adaptativas a Homo sapiens en cuanto mejora su condición en cualquier factor de su supervivencia como especie. En un principio, el perro, pudo tratarse de una especie comensal en los campamentos, que se alimentaría de desperdicios y sería a su vez consumido, normalmente. Posteriormente desarrolló labores de caza y pastoreo ayudando al humano a obtener su recurso. Más tarde, en el Neolítico, vigilaría y guardaría la vivienda de aquel procurándole, de esta forma, una ventaja en la conservación del recurso obtenido.
Con la expansión territorial del hombre y el aumento de las luchas tribales, Canis familairis influye en la seguridad individual y en el incremento de la capacidad ofensiva de los contrincantes.
Durante su existencia como especie domesticada, y desde su aparición hasta nuestros días, el perro cumple una labor de optimización de la conducta gregaria de Homo sapiens superior a la de cualquier otro animal domesticado. Es utilizado, como coadyuvante, en terapias psicológicas y médicas, se le confía el aumento de funcionalidad de invidentes y disminuidos físicos y se revela como un factor de ayuda en la rehabilitación de marginados sociales
Así, por un lado, Canis familiaris busca la ayuda del humano para resolver problemas de supervivencia y reproducción y por otro, Homo sapiens cada vez más cerrado en ese aislamiento que le exige el funcionamiento social, busca en el perro ese mutualismo recíproco que distingue a esta especie y que ayuda, con su compañía, a desligar al hombre de su propio aislamiento individual.
La consideración actual del perro de utilidad
Cuando cualquier autor se refiere actualmente al perro de utilidad, lo hace encuadrando, en esta clasificación, a todos aquellos individuos cuya función no es la de compañía o presencia canina per se en un hogar.
No obstante, las últimas estadísticas advierten que el 72% de los perros adquiridos, en países desarrollados, se dedican exclusivamente a esta digna labor.
Quizás la diferencia no estribe en la utilización del concepto funcional de “utilidad" si no en la clase de adiestramiento a que debe someterse el individuo dedicado a tareas complejas de guarda, protección, asistencia, policiales o deportivas.
Desde el punto de vista de la selección artificial, el perro de utilidad sufre un filtro genético superior al que “sólo" debe atender las necesidades gregarias de nuestra especie. Además debe ser seleccionado a nivel raza e individuo.
En definitiva, para atender al 72% de los posibles consumidores, cualquier raza, sexo, edad o individuo sirve pero para el otro 28% el animal debe estar entre la elite de nuestra selección artificial.
Podríamos pensar que la función de compañía es un cajón de sastre en el que cabe cualquier individuo tenga o no las cualidades propias de su especie y raza. Realmente, y atendiendo al concepto de funcionalidad, un perro que se va atrás ante el figurante puede ayudar a optimizar el bienestar de un humano mediante una especialización en asistencia. En el caso contrario, un animal de compañía no tiene por qué tener el carácter necesario para realizar una defensa de su guía o el olfato que le lleve a ejecutar un rastro excelente.
La elección del perro de utilidad
No me gusta, al hablar del perro, anteponer la raza a la especie sino referirme al individuo que vamos a dedicar a una función específica pero, lejos de consideraciones mediáticas, debo admitir que los ejemplares más aptos para labores policiales, militares, de rescate, de seguridad y deporte se encuentran, en muy alto porcentaje, entre los de las razas Pastor alemán y Pastor Belga Malinois.
Aún entre estas razas, encontramos una tendencia actual a la divergencia de líneas que ha llevado a una polémica entre clubes y criadores de la que esperamos que surja la razón apoyada en la ciencia. Así, la raza Pastor alemán está desdoblándose en las llamadas líneas de trabajo y de belleza en las que los conceptos de utilidad y estética parecen ser mutuamente excluyentes.
Como estudioso de la Etología canina sólo puedo exponer las cualidades que debe adornar al perro en el que podemos llegar a confiar hasta nuestra propia seguridad. Es por ello que me refiero a individuos “aptos" entendiendo el concepto de aptitud como la capacidad de solventar problemas que atañen a la supervivencia individual del animal sin atreverme, en absoluto, a extrapolarlo a la aptitud impuesta por la selección natural.
Me inclino a aceptar que el animal apto será aquel en el que simplemente no se encuentre una tara psíquica o física.
Una vez decididos por la raza/línea que vamos a emplear en el objetivo impuesto, debemos testar al cachorro buscando unos valores “normales" en:
- Socialización
- Capacidad de aprendizaje súbito o resolución.
- Defensa propia y/o territorial.
- Percepción sensorial. Dureza física y psíquica.
- Capacidad de recuperación del estrés.
- Ahínco o tenacidad.
- Temple o ausencias de fobias.
- Discriminación de comunicaciones.
- Estatus social o capacidad de liderazgo.
Un buen examen veterinario descartará cualquier malformación física ya sea adquirida o innata y un adecuado análisis nos prevendrá de posibles taras congénitas como miedo, hiperactividad, hiperquinesis o fobias.
Un adiestramiento no tan especial
El adiestramiento de este tipo de perros sólo tiene de especial la última fase de la disciplina elegida, es decir, la canalización de todo lo aprendido anteriormente, en el adiestramiento en obediencia, hacia la consecución de un objetivo muy concreto.
He observado, en las tertulias con adiestradores, que el concepto de adiestramiento en obediencia es, entre los profesionales, como el de esa asignatura que en el lenguaje académico español, llamamos familiarmente “María". Casi todos los aficionados se vuelven expertos a base de adiestrar en obediencia. Cualquier dueño asegura tener a su perro adiestrado y mantiene que le obedece en todo aunque la situación sea complicada.
La realidad actual es que muy pocos dueños de perros adiestrados en obediencia, tienen el control suficiente sobre su animal para evitar una situación embarazosa cuando no de verdadero riesgo. Incluso he visto perros de un alto nivel en su cartilla de trabajo deportivo, a los que les ha costado soltar la manga y volver junto a su guía cuando se les ha ordenado. ¿Por qué ocurre esto? Simplemente porque en el primer adiestramiento se han cometido fallos que luego se han extrapolado a todas las fases posteriores de habilidades.
Pensemos que el primer contacto con el collar de trabajo, la primera imposición, el primer ejercicio reiterado, el cansancio y la adaptación a su condición de alumno, exige un cambio de actitud muy costoso en el animal. Para paliar en parte este “mal trago" que va a afrontar el perro nosotros, sus adiestradores, no podemos olvidarnos de factores de la personalidad del animal que van a influir en su comportamiento futuro. No es igual el método a aplicar a un perro duro de físico que a otro blando y con un alto índice de percepción sensorial. Hay perros que acusan una simple reprimenda del adiestrador y otros a los que un castigo alto les importa poco con tal de salirse con la suya. A algunos se les puede recompensar con comida pero otros exigen juego como consecuencia a una buena respuesta al adiestramiento. La dependencia de un perro hacia su dueño es muy variable y depende de sus caracteres raciales filogenéticos, de su carácter y de la educación anterior que haya recibido de su dueño. También influyen factores como la edad, el sexo y las experiencias anteriores.
La obediencia, por tanto, es la base de cualquier adiestramiento de especialización excepto de aquellos en los que el factor lúdico del animal se revele de mayor importancia.
Partiendo de estas premisas, el adiestramiento en obediencia para deportivo y defensa debe basarse en tres líneas cronológicas de actuación o fases:
- Enseñar las órdenes al perro a cambio de premio o estímulo positivo (comida o juego) No debe exigirse perfección en esta fase. Aumentará la relación entre perro y guía.
- Exigir una perfecta ejecución. En esta fase se utilizará el estímulo aversivo para que el animal trabaje evitándolo. Normalmente la relación con el adiestrador se verá mermada.
- Exigir un trabajo rápido y perfectamente ejecutado a cambio de premio pero recordándole la obligación. Ahora se vuelve a recuperar la relación adecuada con su dueño.
Después de conseguir un férreo control sobre el animal, se pasará al adiestramiento en habilidades en el que se pueden utilizar las fases anteriores. Para ello es conveniente aplicar un esquema de adquisición de hábito basado en el condicionamiento operante, premiando la respuesta adecuada o castigando la desafortunada.
Conclusiones
- El perro es el animal que aporta más ventajas adaptativas al hombre en cuanto mejora su condición en cualquier factor de su supervivencia como especie.
- La elección del perro para disciplinas de utilidad se basa en una selección adecuada de la raza y el individuo.
- Un perro apto es un ejemplar libre de taras psicofísicas.
- La obediencia es la base de cualquier adiestramiento.
- No existe un método de trabajo estándar sino el adaptado a cada ejemplar.
losvigilantesdelmas@hotmail.com
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